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¿Afecta el orden de nacimiento a lo intrépidos/as que podemos ser?

Ciencia, cultura y sociedad
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Si tienes hermanos o hermanas, seguro que alguna vez habrás tenido que escuchar aquello de que los hijos mayores son más conservadores y que los menores son más arriesgados e intrépidos. Esta afirmación, que parece una de esas leyes de la sabiduría popular tan frágiles y sin fundamento científico, ha despertado en no pocas ocasiones el interés de los investigadores médicos. Sin ir más lejos, en 2010 un estudio de la Universidad de California, Berkeley determinó que los hermanos menores eran jugadores más “arriesgados” de baloncesto que sus hermanos mayores. Partiendo de ese análisis, uno de los co-autores de aquella investigación, Frank J. Sulloway, doctor en psicología por la citada universidad, desarrolló un modelo de dinámicas familiares cuya premisa se sustentaba en que los hermanos compiten por los recursos. Ello provocaría que los hijos mayores tendiesen a mantener su estatus “privilegiado”, presentando ideas y valores más conservadoras que los hijos menores, quienes buscarán nuevas maneras de marcar la diferencia y ganar su parcela de atención.

Sin embargo, Tomás Lejarraga, director del Laboratorio de Ciencia de la Decisión de la UIB, tiene algo que decir al respecto.

Lejarraga y un grupo de investigadores del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano (Alemania), la Universidad de Hannover (Alemania) y la Universidad de Basilea (Suiza) han publicado en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” un estudio que pone en entredicho todo lo hasta ahora conocido sobre el tema.

En primer lugar, el análisis de Lejarraga se basó en un exhaustivo recabado de datos. Al consultar bases de datos sobre niveles de riesgo en 53.503 miembros de 11.000 familias alemanas, donde se indicaba cómo de arriesgados eran cada uno de ellos en actividades como conducir, decisiones financieras, deportes o carreras profesionales, no encontró diferencias significativas entre el orden de nacimiento y cómo de arriesgadas fueron las decisiones que tomaron en estas áreas.


 

Sin embargo, teniendo en cuenta que los datos aportados por los individuos sobre si mismos pueden no resultar todo lo precisos y rigurosos que debieran, el equipo llevó a cabo un experimento conductual en 1.507 individuos. Dicha prueba consistió en un “globo digital” que los participantes debían hinchar haciendo clic. Cuanto más lo inflasen mayor sería la recompensa, pero si terminaba estallando, lo perderían todo. De nuevo, los resultados evidenciaron que el orden de nacimiento no influía en cuán arriesgados podían llegar a ser.

Aún así, para reforzar aún más sus conclusiones, Lejerraga y sus compañeros recurrieron a material histórico: compilaron una base de datos de 187 exploradores y personajes “revolucionarios” que, en principio, deberían demostrar (o no) si existe el menor indicio que vincule el orden de nacimiento con la capacidad de tomar decisiones arriesgadas. Una vez más se encontraron con resultados negativos.

Así que ya sabéis: la próxima vez que volváis a oír aquella idea sobre los hermanos mayores y los menores, recordad que la ciencia parece tener una respuesta (tanto si os toca defender vuestro lado precavido como el aventurero).