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Capsulas para tratar la diabetes: ¿adiós a las agujas de siempre?

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En medicina es tan importante el qué como el cómo. Las investigaciones en torno a los compuestos van parejas en numerosas ocasiones a cuáles son las mejores metodologías a la hora de administrarlos. Hace poco os hablamos sobre el descubrimiento de vasos sanguíneos en nuestros huesos, lo que puede favorecer la administración de fármacos que lleguen de forma mucho más rápida a la médula ósea. Este camino de búsqueda e innovación acaba de alcanzar otro hito con el reciente hallazgo del equipo de Giovanni Traverso y Alex Abramson, gastroenterólogos del Brigham and Women´s Hospital de Boston (EE.UU.), autores principales desde la Universidad de Harvard de un estudio publicado en Science que promete revolucionar el mundo de la medicina.

El equipo de Traverso y Abramson ha diseñado una cápsula capaz de inyectar automáticamente insulina en las paredes del estómago. Esto es posible gracias a su estructura, compuesta por una parte llana formada por un azúcar que se disuelve en contacto con la humedad, destapando la aguja microscópica (hecha de insulina comprimida) que introduce la sustancia en el plasma. La revolución del sistema se basa en su mecanismo, basado en nada menos que en las tortugas leopardo. Para evitar volcar, estos animales poseen un caparazón que les permite autobalancearse en caso caer hacia los lados. Aplicando esta capacidad a las cápsulas, los investigadores han logrado que, caigan como caigan en el estómago al ser ingeridas, puedan regresar a la posición de inyección idónea para poder efectuarla.

Por supuesto, todos los materiales de los que se compone la píldora son biodegradables, permitiendo su absorción por el organismo sin mayor complicación. Además, estas cápsulas permiten determinar a qué ritmo de suministra la insulina, un detalle importante a la hora de tratar cada caso de diabetes. En cuanto a las cantidades, los investigadores confirmaron que la cantidad de insulina inyectada es igual a la que puede administrarse a través de una aguja convencional a través de la piel.

Por ahora, los resultados obtenidos en ratas de laboratorio y cerdos han sido más que satisfactorios, esperando un inicio de los ensayos en seres humanos en un plazo “de tres a cinco años”, según a afirmado Traverso.

Sin embargo, este hallazgo promete ir mucho más allá, pudiendo ampliar sus posibilidades a la administración de proteínas, péptidos, anticuerpos y otras macromoléculas.

Sin duda, un dispositivo a tener muy presente de cara al futuro.