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¿Puede volverte la contaminación menos inteligente?

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Hay cosas que, a pesar de lo evidente que resultan, no podemos dejar de recordar, esperando nuevas y mejores respuestas. Una de ellas es la contaminación y los efectos enormemente nocivos que tiene en nuestra salud, especialmente en la de los habitantes ya no exclusivamente de grandes núcleos urbanos como Madrid, sino también en áreas metropolitanas donde el tráfico o la actividad de diferentes industrias ha contribuido al empobrecimiento del aire que respiramos.

Si hasta ahora resultaba igual de preocupante el conocimiento que teníamos de las patologías causadas por la contaminación como de aquellas que, estamos seguros, nos quedan por descubrir, un nuevo estudio parece indicar que los efectos para nuestra salud de la polución no se limitan a secuelas de carácter “físico.”

La investigación, publicada en el diario médico PNAS, se ha llevado a cabo por investigadores chinos y norteamericanos de las universidades de Pekín y Yale, quienes han analizado los efectos de la contaminación durante el periodo 2010-2014 en ciudadanos de múltiples regiones de China, uno de los países más afectados por la polución del aire.


 

Según Xi Chen, uno de los directores del proyecto, “el aire tóxico puede provocar que todo el mundo pierda la inteligencia equivalente a un año de educación, lo que es una cantidad enorme.” Sin embargo, Chen también afirma que “ahora sabemos que la contaminación afecta más a los mayores de 64 años, más aún si son hombres y, todavía peor, si tienen una baja educación. Para ellos la pérdida puede equivales a varios años de aprendizaje.”

El estudio se ha basado en medidas de dióxido de sulfuro, dióxido de nitrógeno y diferentes partículas aún más pequeñas, las cuales resultan ser las más peligrosas para la salud.

De nuevo, vistos los resultados de la investigación, se abre el debate sobre si las medidas anti-contaminación a nivel internacional y local, desde tratados a cortes de tráfico, están resultando suficientes (o eficaces) para conservar uno de los derechos más fundamentales que podemos tener como ciudadanos: el derecho a una buena calidad de vida. Esta vez es nuestra mente la que parece estar en juego.