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Tu cerebro pide a gritos una siesta y lo hace por una buena causa

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A pesar del tópico, la siesta no es un producto típicamente español. Quizá sí lo sea la hora a la que solemos asociarla, ese momento tras el almuerzo en que todo se vuelve más pesado y lento y apetece echarse un rato o dos. Quizá sea buena idea exportarla bajo el nombre de “Spanish Siesta”, siguiendo la tradición de la “Spanish Paella” o la “Spanish Omelette.” Y quizá resulte más rentable de lo que parece, ya que un estudio de la University of Bristol Medical School ha vuelto a confirmar algo que los habituales al sesteo ya sabíamos: que no sólo sienta bien sino que, además, tiene efectos beneficiosos para la actividad de nuestro cerebro.

Liderado por Liz Coulthard, profesora adjunta de la universidad inglesa, el estudio ha analizado el efecto de las siestas en la habilidad del cerebro a la hora de procesar información de la que no somos conscientes. Además, también se ha centrado en el impacto que tienen en el comportamiento consciente y en el tiempo de reacción a la hora de tomar decisiones.

El grupo a analizar se compuso de 16 voluntarios a los que se les plantearon dos tareas. En la primera, una “tarea primaria enmascarada”, los investigadores ofrecieron a los participantes información rápidamente, de tal forma que no tuvieran tiempo para registrarla conscientemente. En la segunda prueba de control, los participantes debían responder si veían un cuadrado azul o rojo en una pantalla. Tras esta primera sesión, los participantes podían permanecer despiertos o relajarse con una siesta de 90 minutos. A continuación, volvían a repetir el proceso. Los resultados arrojados con el posterior análisis del electroencefalograma mediante el que estaban siendo monitorizados fueron sorprendentes.


 

Los investigadores encontraron cómo la siesta incrementó la velocidad de procesamiento de la información en la tarea primaria enmascarada, no siendo así en la segunda, lo que evidenció cómo el descanso ayudó únicamente a la tarea que implicaba una acción consciente del cerebro. Este resultado vuelve a confirmar una vez más cómo la información que percibimos de forma inconsciente se procesa durante el sueño y cómo éste puede ayudar a nuestra capacidad de tomar decisiones durante la vigilia.

“Necesitamos ampliar la investigación a un grupo más numeroso para poder comparar si la diferencia de edad también juega un papel en el mecanismo neuronal que parece presentarnos los resultados obtenidos” ha afirmado Coulthard.

Así que la próxima vez que os descubran con la cara pegada al teclado en el trabajo recordad que podéis alegar hacerlo pensando en vuestro rendimiento laboral.