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Enfermedades autoinmunes y estrés: conocíamos su vínculo y ahora sabemos el por qué

Ciencia, cultura y sociedad
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Que el estrés afecta a nuestro cuerpo de múltiples maneras no es precisamente un descubrimiento para nadie. Como muchos/as de vosotros ya conoceréis, una de las principales zonas afectadas en situaciones de mayor estrés es el intestino, provocando diversos efectos en nuestro organismo: desde malas digestiones a un aumento de la frecuencia con que vamos al baño.

En los últimos años, no han sido pocos los estudios que han puesto el foco en el estrés como factor de riesgo de las enfermedades autoinmunes. Sin embargo, hasta la fecha, el mecanismo subyacente a esta correlación era completamente desconocido. Ahora es posible que una investigación de la Bar Illan University (Israel) haya arrojado algo de luz sobre este aspecto tan importante de la investigación sobre enfermedades autoinmunes. La clave se encuentra, como en tantas y tan diversas investigaciones médicas de los últimos tiempos, en la flora intestinal.

Publicado en la revista mSystems, el estudio liderado por Orly Avni, inmunólogo de la citada universidad, basa sus conclusiones en un análisis exhaustivo de la flora intestinal de ratones sometidos a diferentes niveles de estrés social. Una de las observaciones más interesantes fue el incremento de células T efectoras auxiliares en los animales, un tipo de célula que juega un papel crucial en la autoinmunidad.

 

Para la investigación se procedió a emplear dos grupos de ratones: el que se sometería a las situaciones de estrés social y el de control. El primero experimentó dichas situaciones a lo largo de diez días, interactuando con ratones dominantes y agresivos, mientras que al segundo se les excluyó de cualquier situación similar. Transcurridos los diez días, se analizó la flora bacteriana de los animales, encontrando cómo el grupo de estrés social había desarrollado niveles mucho mayores de las bacterias Bilophilay Dehalobacterium que los ratones del grupo de control. Análisis posteriores revelaron cómo el estrés también había alterado determinados genes en las bacterias intestinales, especialmente aquellos involucrados en el crecimiento de las mismas y su desplazamiento. Este detalle resulta sumamente importante ya que el aumento de la expresión de estos genes en microbios puede permitirles viajar más allá del intestino, llegando a zonas del cuerpo que reaccionarán a su presencia activando el sistema inmunitario.

Ahora, gracias a la revelación de este proceso, parece haberse allanado el camino para futuros estudios de prevención de patologías autoinmunes relacionadas con el estrés.