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Nuevas evidencias sobre cómo la contaminación puede favorecer el deterioro cognitivo

Ciencia, cultura y sociedad
postpolucion

En los próximos días Madrid acogerá uno de los mayores encuentros globales sobre el clima, donde seguramente se hable de uno de los aspectos que no pocas veces hemos tratado en Zinkinn: los efectos perjudiciales de la contaminación del aire para nuestro organismo.

Según la Organización Mundial de la Salud, 9 de cada 10 personas en nuestro planeta respiran aire contaminado. Sus efectos nocivos son fáciles de detectar en los casos de patologías respiratorias y pulmonares, pero cuando tratamos de analizarlos en la medida en que afectan al resto de nuestro cuerpo, puede llegar a ser más complicado.

En los últimos años, no han sido pocos los estudios que han vinculado la contaminación de nuestras ciudades con el deterioro cognitivo y, más concretamente, con el aumento de los casos de Alzheimer. Es precisamente esta conexión la que han aborado Andrew Petkus, profesor asistente de neurología clínica en la Keck School of Medicine de la Universidad de California Sur en Los Ángeles, y su equipo.

Presentada en la revista Brain, el propio Petkus ha definido la investigación como la primera “en mostrar realmente, en un modelo estadístico, que la polución del aire está vinculada con cambios en los cerebros de las personas y que esos cambios están a su vez conectados con un descenso en la capacidad de la memoria.”

 

El equipo de Petkus analizó los datos de 998 mujeres de entre 73 y 87 años, todas ellas procedentes del Women´s Health Initiative. Para ello, se sometió a las participantes a dos escáneres cerebrales con cinco años de diferencia entre ambos. Durante la investigación, los analistas puntuaron la disminución cognitiva de mayor a menor, empleando para ello un modelo de tecnología machine learning que emplea datos de escáneres cerebrales de personas con la enfermedad de Alzheimer.

A continuación, el equipo combinó la información obtenida con datos relativos a las zonas donde las participantes vivían, contrastándolos con la información disponible en torno a los niveles de contaminación de esas áreas.

La conclusión fue más que evidente: los investigadores hallaron cómo una mayor exposición de las personas a las partículas contaminantes en suspensión predispone a problemas relacionados con la función cognitiva, especialmente en los relacionados con la memoria. Igual de importante fue descubrir cómo, a pesar de ajustar el análisis a diferentes variables como ingresos, nivel educativo, ubicación geográfica o si eran o no fumadoras.

Una nueva evidencia de la cada vez más urgente necesidad de modificar nuestra conducta medioambiental, tanto por el planeta como por nuestra salud.