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El estómago puede tener la llave de la recuperación al sufrir un infarto

Innovación tecnológica
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Es un dato recurrente: los infartos son la primera causa de fallecimientos en España. No es de extrañar, por lo tanto, que el estudio de su prevención y sus secuelas sea una de las prioridades de la investigación médica. Cada año nos encontramos con nuevas y sorprendentes conclusiones, como los resultados de uno de los estudios presentados en la Conferencia Internacional sobre Infartos celebrada en Honolulu el mes pasado.

Encabezado por Allison Brichacek, doctoranda de la West Virginia University School of Medicine, y Candice Brown, profesor asociado de la misma, esta nueva investigación ha puesto el foco en cómo los infartos pueden alterar la población de bacterias que viven en nuestro estómago, un cambio que puede afectar durante bastante tiempo.

El estudio se ha basado en un experimento llevado a cabo con modelos de ratones, a los cuales se dividió en dos grupos.

A los ratones del primer grupo se les indujo un infarto isquémico, mientras que el segundo funcionó como grupo de control compuesto por ratones sanos. Una vez inducido el infarto en el primer grupo, se evaluó la microbiota de los ratones de ambos grupos transcurridos 3, 14 y 28 días tras el evento cardiovascular.

El equipo de Brichacek y Brown descubrió cómo la microbiota intestinal de los ratones infartados presentaban cambios más significativos, concretamente la aparición de la bacteria Bifidobacteriaceaea partir del día 14, una bacteria inexistente en el grupo de los animales sanos. La bifidobacteriaceae es un tipo de bacteria probiótica que ayuda a mantener la salud del aparato digestivo y que, como detectaron Brichacek y Brown, también pueden ayudar a una mejor recuperación en individuos que hayan sufrido un infarto.

Sin embargo, los investigadores también detectaron mayores niveles de bacteria pertenecientes a la familia Heliconacteraceae 28 días después del infarto, un tipo que se asocia a diversos problemas para la salud. Además, el ratio bacteriano de Firmicutes y Bacteroidetes también era mucho mayor, al menos hasta seis veces más en el día 14 y tres veces el día 28.

En definitiva, la descompensación en la población bacteriana tendía a presentar aspectos negativos, pues favorecía la aparición masiva de tipos relacionados con la diabetes y la obesidad.

No obstante, otros de los cambios más significativos tiene que ver con el tejido intestinal, cuya estructura se observó “caótica” y “desorganizada”, lo que, según Brichacek, provoca que exista menos espacio entre las vellosidades intestinales, impidiendo el correcto procesamiento de los nutrientes. Justo en este punto parece encontrarse la clave del estudio: si nuestro cuerpo, como consecuencia del infarto, provoca que el aparato digestivo no absorba los nutrientes como debe, esto podría afectar a la recuperación del organismo tras sufrir eventos como un infarto.

“Nuestros resultados sugieren que los infartos apuntan a ambos cerebros: el de nuestra cabeza pero también al de nuestro estómago.” ha afirmado el doctor Brown.