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Las grasas de papá y mamá

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Buena parte de lo que somos es fruto de una lotería llamada genética, una herencia en parte azarosa y en parte condicionada por mutaciones y alteraciones provocadas a lo largo de generaciones por el ambiente o la adaptación o procesos inesperados del propio organismo. Sin embargo, ciertas “herencias” genéticas no son tan difusas y ambiguas como parecen, sino que, gracias a estudios muy recientes, ha quedado demostrada la influencia de uno u otro progenitor a la hora de transmitirlas. Es el caso de la aparición y desarrollo del tejido graso, uno de los aspectos que mayor interés ha despertado en los últimos años en la comunidad científica. Ejemplo de ello son proyectos que os hemos presentado en Zinkinn, como el “Estudio del tejido adiposo pardo en el periodo neonatal, del Hospital de Santiago de Compostela. Y ahora investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca, del Instituto Max Planck de Investigación del Metabolismo de Colonia y de la Universidad de Medicina de Viena han realizado un descubrimiento sorprendente: los genes derivados de nuestro padre son los que fomentan el desarrollo del tejido graso blanco o grasa mala, mientras que son los de la madre los que favorecen la aparición de tejido graso marrón o grasa buena.

Los investigadores llegaron a la conclusión tras descubrir una nueva función del gen H19, el cual parece mostrar un efecto protector contra el desarrollo del sobrepeso. “Hemos podido demostrar que una sobreexpresión del gen H19 en ratones protege contra la obesidad y la resistencia a la insulina y hemos sido capaces de detectar patrones similares de control de genes en personas obesas.”, ha declarado Jan Wilhelm Kornfeld, profesor de la Universidad del Sur de Dinamarca y uno de los encargados de la investigación.


 

Gracias a este descubrimiento ha sido posible arrojar un poco más de luz al origen de la obesidad a partir de la infancia, así como al desarrollo de patologías derivadas de la misma, como la diabetes y otras enfermedades metabólicas.

Así que ya sabéis, si sois papás… ¡Va siendo hora de calzarse otra vez el chándal y salir a trotar un poco para compensar un poco este regalo genético!