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El Nobel de los grandes avances médicos de la década

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Como cada año por estas fechas llega la temporada de los Nobel, uno de los mayores reconocimientos (si no el mayor) a los que puede aspirar la comunidad científica, literaria y humanitaria. Y como cada año, vamos conociendo con cuentagotas a los premiados. En esta ocasión, ya sabemos quiénes han obtenido tan prestigioso galardón en algunas de las categorías que más nos interesan en Zinkinn: medicina y química, dos áreas imposibles de separar la una de la otra y que en esta ocasión han reconocido los avances logrados en dos campos de batalla fundamentales: el cáncer y las patologías causadas por bacterias.

En el caso del Nobel de Medicina, el premio ha recaido sobre James Allison, de la Universidad de Texas, y Tasuko Honjo, de la Universidad de Kioto, conocidos por ser los padres de una de las técnicas más revolucionarias contra el cáncer en los últimos tiempos: la inmunoterapia.

Los estudios de Allison y Honjo se remontan a los años noventa, cuando el primero investigó la proteína conocida como CTLA-4, un receptor proteico capaz de funcionar como un punto de control inmunitario y que podía disminuir las respuestas inmunitarias. Partiendo de este punto, se planteó cómo sería posible emplear esta proteína para liberar las células inmunitarias que atacan los tumores. A su trabajo se unió el descubrimiento de Honjo, quien halló la proteína PD-1, expresada en la superficie de los linfocitos T. O como muchos ya conoceréis por ciertos proyectos que os hemos ido presentando: las células T. Honjo encontró que dicha proteína también actuaba como un freno inmunológico, solo que empleando un mecanismo de acción diferente.


 

Un avance sin precedentes al que se une el logrado por Frances Arnold, George Smith y Gregory Winter, los premiados con el Nobel de Química de este año y que se lo han repartido por diferentes logros. Por un lado, la Asamblea Nobel ha reconocido el trabajo de Arnold, investigadora del Instituto de Tecnología de California,  en materia de evolución de enzimas dirigidas. Basándose en los mecanismos de la evolución biológica, Arnold consiguió crear un método capaz de realizar cambios al azar en el gen de una enzima de interés para, posteriormente, introducirlo en bacterias y que puedan desarrollarla ellas mismas. Seguidamente, se seleccionan las versiones más eficientes de estas nuevas enzimas creadas por la bacteria y se continúa mutando su gen hasta obtener una con funciones nuevas o mejoradas, permitiendo la creación de nuevos tratamientos y combustibles.

Por su parte, George Smith y Gregory Winter, profesor de la Universidad de Missouri-Columbia y doctor por la Universidad de Cambrigde (UK) respectivamente, han obtenido el reconocimiento gracias a trabajos cuya base se aproxima bastante a la de Arnold. Smith tiene el mérito de haber descubierto el método para modificar bacteriófagos (virus que infectan bacterias) con el objetivo de utilizarlos como librerías de genes fáciles de consultar. Gracias a esta base, Winter pudo utilizar el método de Smith para producir de forma sencilla y rápida anticuerpos capaces de bloquear moléculas concretas y, además, activar el sistema inmunitario. Un objetivo clave a la hora de atacar, por ejemplo, proteínas implicadas en el cáncer o enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide.

Cinco grandes logros que han resultado vitales para el desarrollo de la medicina moderna y que, sobre todo, vuelven a reflejar lo sumamente importante que es la colaboración entre investigadores.