Uno de los grandes sueños de la ciencia ha estado siempre relacionado con las lagartijas. Y no, no nos referimos a su pasión por echarse una siesta al sol sobre una roca plana. Desde siempre ha fascinado a la par que intrigado su capacidad para regenerar partes de su cuerpo, una habilidad con la que también contamos los seres humanos aunque en menor medida, como a la hora de cicatrizar una herida o soldar un hueso roto. Ahora un estudio de la Universidad de Oxford parece haber dado con la clave que podría conducir a una verdadera revolución del mundo de la cardiología.
Auspiciado por la British Heart Foundation, la revista Cell Reports publicó recientemente una investigación liderada por la doctora Mathilda Mommersteeg, de la citada universidad, donde se detalla el mecanismo genético mediante el cual el pez tetra mexicano es capaz de regenerar su propio tejido cardiaco. El hallazgo del gen concreto capaz de dotar de esta capacidad ha sido posible tras el estudio de este tipo particular de pez, oriundo de los ríos situados al norte de México. Bautizado como “lrrc10”, este gen se mostró mucho más activo en los peces tetra con daños en el tejido cardiaco, por lo que los investigadores procedieron a desactivarlo en diferentes especies de peces con idénticas habilidades para autoregenerarse, como los peces cebra. El resultado no fue otro sino la completa pérdida de esta capacidad de sus organismos para sanarse a sí mismos, con lo que confirmaron que es este interruptor genético el responsable de adquirir y poner en marcha esta capacidad tan especial.
Es aquí cuando entran en escena las esperanzadoras posibilidades que este descubrimiento presenta para el ser humano, ya que dicho gen también podemos hallarlo en nuestro propio cuerpo, no siendo en absoluto un desconocido: el Irrc10 se ha vinculado a la cardiomiopatía dilatada, la enfermedad más común del músculo cardiaco.
El estudio del equipo de la doctora Mommersteeg concluye cómo, en un futuro, será posible regenerar músculos cardiacos dañados mediante la modificación de la función genética del Irrc10, bien a través de medicamento o a través de técnicas de edición genómica. Un futuro que parece cada vez más cercano gracias a herramientas como ya de sobra conocido “bisturí molecular” CRISPR-Cas9.
Todo gracias, una vez más, a la inteligente y minuciosa observación de los mecanismos de la naturaleza.